Se encontraba observándolos a todos detenidamente desde la ventana, afuera de la enorme casa. Con la ropa sucia de ayer igual de empapada que el cabello castaño, por la fresca lluvia suave que se deslizaba sobre el aire delicado del condado. Con los ojos bien abiertos y un nudo en el estómago, con el ramo de tulipanes que le hubiera dado en su cumpleaños.
-No, no, no.-Intentó convencerse. Miró hacia abajo cerrando los ojos, dejándose empapar aún más. Sus párpados se volvieron a abrir y sostuvo la mirada en sus botas negras llenas del lodo del jardín.
Volvió la vista hacia adentro. Alguien había corrido las cortinas color crema, no tuvo más remedio que hacerse a la idea. Sólo le quedaba entrar y enfrentarlo todo.
Después de soltar un largo suspiro, decidió caminar hacia la entrada y golpear la puerta de la mansión. Una anciana que usaba una mascada en la cabeza, sustituyendo al cabello inexistente, le abrió. Tenía los ojos cansados de tanto llorar. Dicha señora lo estrechó entre sus débiles brazos.
-Lo lamento, abuela-dijo en forma de consuelo.
-No te preocupes, hijo-contestó la anciana soltándolo. Lo dejó caminar delante de ella y cerró la puerta tras él.-Qué bueno que ya estás aquí. ¡Mirate! Estás todo mojado, te va a hacer daño.
-En un momento atiendo eso, abuela-le contestó cortés.
El cuerpo descansaba arriba, en la última habitación del lado izquierdo. Pasó la sala donde los demás se encontraban, subió las escaleras con el ramo de tulipanes apretados en la mano derecha, sin saludar a nadie. Los demás parientes lo ignoraron, como siempre habían hecho.
Otras cuatro personas más seguían estorbando en el pasillo del piso de arriba. Él los esquivó para quedarse petrificado muy erguido en frente de la puerta. Respiró hondo, sintiendo sus pulmones llenarse el aire contaminado de nostalgias falsas.
-Necesito un momento-sentenció llamando la atención de todos los presentes. -...a solas. -Terminó con voz áspera.
Los demás comenzaron a murmurar cosas que para él eran lo de menos y se alejaron para dirigirse escaleras abajo.
Su cabello, que ya le llegaba a las orejas, comenzaba a gotear, al igual que las orillas del suéter y los pantalones que usaba, formando un charco en el sitio donde se quedó estático. Pero no le importó.
Finalmente, giró el pomo de la puerta y entró sigilosamente. La puerta no hizo el chirrido que esperaba, sólo se abrió de manera silenciosa. La habitación irradiaba calma y paz. no había más que el tocador intacto y una cama grande en medio. Dicho mueble tenía encima postrado un cuerpo. Más bien, un cadáver. Las gotas del suéter retumbaron sobre el suelo mientras caminaba hacia la persona fallecida.
Se quedó muy cerca de su rostro.
-Pudiste haberte quedado-susurró con voz solemne. Puso los tulipanes sobre el pecho del cadáver. Mojó su cara.- Te dije que no era bueno...-su voz se quebró sin dejarle terminar. Recobró el aliento y continuó.-No sabes lo mucho que te extrañé el verano pasado. Pude haberme quedado contigo. Pude... pude...-pero las lágrimas que contenía dentro de sí, salieron sin pedirle permiso.
Las dejó salir un rato. Su pecho se agitaba de manera agresiva al sacar todo lo que sentía, sus ojos se cerraban y dejaban todo afuera, mientras que su ceño se fruncía de manera automática a causa de la frustración que le calaba todo el torso. Minutos después, sólo gemía sin siquiera decir algo inteligible.
Y luego todo se detuvo.
-Tendré que quedarme con él,-le dijo al difunto. Fue entonces cuando notó que su saliva se había vuelto ácida. Un espasmo cruzó su estómago y siguió-pero supongo que eso ya lo sabías. Y es obvio que él también lo sabe.
Sorbió por la nariz y decidió recostarse a lado de él, abrazó su torso con cariño, empapando aquél cuerpo inerte. Suspiró de nuevo. La nostalgia salió desde lo más hondo de su pecho y se transformó en palabras que duraron más de una hora.Le contó todo lo que se perdió cuando iba a trabajar, le contó que no quería quedarse solo. A ratos pausaba para mirar a la ventana que cada vez mostraba menos luz.
-Es culpa de él ¿verdad?-le preguntó. Luego imaginó que le respondía "¿El qué?"-Es culpa de él que estés así. Es culpa de tu novio. Él te hizo esto ¿no es cierto?
"No es culpa de nadie", su cabeza volvía a hacerle creer que enserio hablaba con alguien vivo. "Todo va a estar bien", fue lo último que escuchó.
-Él te golpeó. Veo los moretones. No me mientas.
Un largo silencio pasivo reinó la habitación. Puso su oreja izquierda sobre el pecho del cuerpo. Ni señal de una esperanza convertida en pálpito. Ni siquiera escuchaba la respiración de sus pulmones. Ya nada funcionaba físicamente en el muerto. Ya no iba a regresar.
Cerró los ojos, olvidando la tristeza y sonrió al recordar su infancia. Tarareó una canción, pensando que mañana sería un día mejor.
Y se durmió ahí. Junto a su padre fallecido. Junto al hombre que le enseñó lo que pudo, cuando pudo. El hombre que, en su propio cunpleaños, lo dejó atado alado de un hombre (su novio) que realmente no conocía, pero que le repugnaba.
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"Cae, cae la lluvia"La pluie"-Zaz
en este domingo de diciembre.
A la sombra de los paraguas
los transeúntes se dan prisa, sin esperar..."