15 dic 2011

Noctámbulos

Los vampiros son como yo. Tan oscuros y fríos. Tan ocultos como el sol de mi ventana.
 Pero no solo por eso...
Los vampiros observan sin que nadie lo note, investigan sin ser observados. Somos monstruos. Los vampiros y yo. Yo y los vampiros.

 Somos parecidos porque, aunque no lo parezca: la gente nos mira diferente.
Los vampiros y yo. Yo y los vampiros.
 Parecidos, porque gracias a leyendas y cosas que la gente cuchichea y cree, somos simples imágenes distorsionadas en sus mentes de algo que no somos y que nunca seremos.

 Dicen que perturbo el ambiente... Yo y los vampiros. Los vampiros y yo.
No bebo sangre. No apetesco asesinar. Pero somos parecidos porque somos siempre algo que a veces no queremos ser.
 Ser un monstruo para los demás no es algo que yo pediría a papá Noel en Navidad.

 Que me miren como algo que jamás debió existir, tampoco lo es. Vivir para siempre es un deseo menos en mi lista (muy corta) de las cosas que me gustaría poseer, o pedir.

  Los secretos que nuestras almas guardan, se quedarán impregnados en ella hasta que decidamos soltarlos todos. O podríamos guardalos.
El único problema con los vampiros, es que ellos no lograrían contenerlos hasta la tumba como yo.

  Los sentimientos son parte de mi existencia.

 No duermo de noche, porque al no lograr escaparme de ellos, me desvelo proyectándolos sobre papel escribiendo o dibujando. No duermo casi nunca, no concilio sueño a pesar de que el chico de cabellos oscuros me lo pida. Los vampiros y yo, yo y los vampiros.

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