22 dic 2014

No. ¿No?

Se miró al espejo y los ojos brillosos le regresaron la mirada alegre que él le había enseñado a portar. Pero un pensamiento cruzó su mente y la sonrisa que acompañaba la mirada se desvaneció en el ambiente, dandole paso a un rostro preocupado.

 Se había dejado llevar por sentimientos humanos que siempre había querido evitar.

 Se había encariñado tanto, que no podía dejar de pensarle. No le iba a dejar de pensar nunca. Era su amigo. Era su protector y guía. Era mayor y al mismo tiempo siempre se portaba como un niño. Junto con la muerte tan cercana, le enseñó que la vida en silencio que los introvertidos practican no es tan divertida. No es tan divertida como la vida de los que gritan cuando se asustan, los que gruñen cuando se enojan, los que se raspan la garganta cuando quieren hablar, los que hablan cuando sienten que deben hacerlo, los que abrazan gente sin conocerlos, los que miran el cielo desde un edificio ajeno, los que muestran orgullo pleno por lo que hacen sin importar lo que sea, los que se paran sobre el escritorio y bailan al ritmo de una canción tonta, los que preguntan y preguntan ¿Por qué? hasta que son escuchados. Le enseñó que los extrovertidos son tan divertidos y tan humanos como los introvertidos. Aquél jóven guía le enseñó que ser de ambos bandos es prudente cuando te encuentras entre adultos en una junta ejecutiva. Pero aprendió que no todos los que portan una identificación de adulto son elegibles para conducir una camioneta para llevar menores a una excursión. Le enseñaron a hablar con extraños para pedir favores, y aprendió que la cortesía a veces estaba de más cuando se encontraba con amigos cercanos. Aprendió a sonreír y a callar, y aprendió que confiar mucho en alguien es peligroso y que no confiar en nadie también lo es.

 Pero ¿qué más estaba pasando? ¿Por qué se sentía tan mal a veces?

 Quizá era que con tanta felicidad siempre llega la miseria. Quizá realmente se había encariñado tanto con todo lo que hacía y con todos, que al final, cuando era hora de volver a casa, la vida no tenía sentido. Pero quizá no añoraba a todos. Quizá sólo quería pasar un buen rato, quizá quería otra cosa. ¿Por qué era tan difícil definir sus pensamientos?

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