Iba caminando, era mi espacio. Yo solo iba caminando. Movía mis músculos, logré sentir cada uno de mis músculos de cada una de mis piernas. Logré sentir cada cosa de mi maravilloso cuerpo humano.
Yo seguía caminando. Amo hacerlo. Pero hoy, la fría mañana estaba más tranquila que de costumbre.
Mi espacio donde caminaba, era reinado por la paz. Dulce paz. Adoraba el buen sonido del silencio. De hecho, si no hubiera silencio en el exterior de mí, jamás me hubiera dado cuenta que así logro escuchar la rapidez con que la sangre fluye por mis venas, sí, he logrado hacerlo. Es tan, tranquilizador.
Sigo andando en mi espacio. Sigo, sigo. Me concentro en la fricción entre el suelo y la planta de mis pies. Veo el bosque en el que ando, pero después vuelvo mi mirada al suelo, miro mis pies…
Respiro hondo. Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo…. Todo profundo para lograr mi concentración.
Mis descalzos pies siguen en el pasto, este vasto y limpio pasto. La naturaleza y mi humanidad me llenaban completamente. Aunque estaba sola, esto era suficiente para sentirme satisfecha.
Ando descalza entre el seco pasto de este otoño. Sigo. Me concentro. Siento como si aprendiera a caminar, siento como mi columna va al compás de mis pies al moverlos cuando camino.
Después… un cuerpo alto hace que pierda mi concentración al toparnos. Pero, no es un árbol. No, es un ser humano como yo.
Levanto la mirada de mis pies a los ojos de aquel ser…
Él me ve. Ve dentro de mis ojos, al mismo tiempo que me enderezo para verlo mejor. No logro identificarlo aún, solo sé que es alto y que es un chico.
Ya estoy erguida. Y me doy cuenta que no es sólo alguien más cruzándose en mi camino tranquilo, es alguien de mi pasado. Es mi dolor. Mi pasado que me dio un gran dolor.
Al recordar aquel sufrimiento traído por este individuo, quiero huir, como siempre lo he hecho, de ese dolor, de esos recuerdos.
Ya no camino… Me dispongo a correr, a huir de este ser que lastima sin quererlo. Escucho mis pasos rápidos entre la seca hierba, luego los suyos me siguen… Entro en pánico como siempre.
Parecemos un leopardo acechando una gacela, él es el hambriento predador y yo la víctima de su falta de alimento… Me adentro en el bosque… Me siento enojada, pues, por primera vez, mi espacio alguna vez reinado por la calma, ha sido profanado por aquellos ajenos pies.
Pero Entonces pienso. Me detengo y él también, lo hace como si quisiera arremedarme. No sabemos qué hacer… Al tratar de frenar detrás de mí, su pecho choca con mi espalda. Ríe tímido y yo sólo me pongo seria., pues no deseaba hoy precisamente, toparme con algún problema. Pero luego vuelvo a reflexionar; Pienso que tal vez no viene a pedirme perdón como siempre trató. Entonces volteo… Estoy segura que esas ya no son sus intenciones…
Levanto la mirada, me toma de los hombros y voltea en un giro de ciento ochenta grados mis cuerpo, para así, lograr mirarnos cara a cara.
Los dos nos enfrentamos.
Miramos los ojos del otro. Hay una extraña conexión. Algo me hace solo querer ver aquellos ojos que antes me habían atrapado y que vuelven a lograrlo.
Al parecer él también se siente atraído a los míos. No sé si piense lo mismo que yo. Solo sé que “conversamos” con la mirada. Y me siento más tranquila, pues hace mucho que no veía ese marrón oscuro en algún otro par de ojos, me siento mejor al saber que puede haber una reconciliación en la relación… Bueno, esto no quiere decir que debamos regresar al amor, solo a una buena amistad…
Y eso me llena más que otra cosa… Me hace sentir mejor después de tantas miradas ignorándonos… Después de tantas peleas y tanto sufrir siento que por fin algo se arregla en mi corta y extraña vida.
Aunque este ser de ojos marrones me hizo sufrir hace mucho, y yo a él, sabemos (con sólo vernos cara a cara) después de mucho tiempo que las cosas entre nosotros se pueden arreglar. Sabemos que aunque dolimos, nunca lo haremos de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario