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23 jun 2012

¿El bajista o Belascoarán Shayne?

Se sentía cansada. Al cruzar la puerta que daba a la sala, se recostó de inmediato en el sofá pequeño, pero su descanso duró poco al recordar las ganas tremendas que tenía de ir al baño.

  Un día largo había sido desde que se levantó. Cuando prendió el boiler en la mañana, notó el piso del patio aún húmedo por las lluvias de anoche. Desayunó nada más que un café caliente, sólo dos cucharadas pequeñas de azúcar y salió disparada hacia la esquina para tomar un microbús hacia el metro Potrero. La línea verde la esperaba para ser recorrida por ella hasta Balderas y abandonarla para transbordar en la rosa, donde bajaría del andén en Pino Suárez y recorrería tan familiar pasaje lleno de editoriales con libros de diferentes títulos y autores.

 Claro, como siempre, los audífonos la acompañaron hasta encontrarse con un muchacho de melenas largas cerca de la plancha del Zócalo. Nadie importante, si hablábamos enserio. Sólo un tipejo de aproximadamente 21 años de edad; cinco más que ella.

 Nadie importante, porque para ella sólo era un muchacho de vida tan revuelta igual que los chinos de su cabello. "El chico del toquín", le llamaba ella sin que él lo supiera. Porque lo conoció en una de esas fiestas en las que bandas que nadie conoce tocan covers de canciones excelentes.  Ni siquiera sabe por qué accedió a darle su teléfono aquella noche... Dicha noche en la que ella se encontraba con una sola amiga. Noche en la que le volvió loca la manera en que él tocaba el bajo. Noche en la que él se perdió entre el cabello enmarañado de ella mientras agidaba su cabeza disfrutando el compás de cada canción.

 Después de eso, aún así, él sigue siendo nadie importante.

 Él le regaló esos lentes de sol, con marco casi cuadrado que tanto usa la gente hoy día.  "No quiero que esos pómulos se quemen", le dijo y ella sonrió usando lo ajeno.

 Caminar alrededor de la plancha el Zócalo mexicano no era una idea que ella albergaba cuando salió de su casa sin decir una palabra a los adultos de la familia sobre sus planes. Pero aún así ella disfrutó las horas que pasó platicando con él...
 Entonces, después de esas charlas, pasando ya las tres de la tarde, él dejó de ser "nadie importante" y se convirtió en "El bajista solitario". Porque lo conoció más y llegó a simpatizarle tanto, que dejó que los dibujara  juntos uno de esos caricaturistas ambulantes.
 Aunque ella ya se sentía en confianza, le pidió a él que guardara dicho dibujo. No quería lamentarse después por una relación pasajera mientras veía la caricatura.

 Terminó el tiempo de estar juntos. Volvieron a meterse al metro, aún platicando. Un buen día era todavía, a pesar de las nubes gordas que ya se juntaban avisando tormenta. Ella, siguiendo su caminito de migas "línearosa-líneaverde", se despidió de él en Balderas y suspiró al subir en el otro andén.

 Y llegó a su casa. Lo único que quería después de caminar tanto, era sentarse y leer algo bonito, algo que le hiciera olvidar los ojos oscuros del bajista solitario.

 Nada más que él, su bajo y la música ruidosa ocuparon su mente hasta que durmió... Las seis de la tarde y ella ya veía las gotas comerse una a otra atravesando el vidrio de su ventana, mientras leía esas historias de su detectivo mexicano favorito.
 Y se preguntó entonces: ¿Héctor Belascoarán Shayne también se sintió enamorado y perdido al mismo tiempo?